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Un marciano en casa

El descubrimiento de B en Marte supone, al parecer, un indicio más de que en algún momento hubo agua en el  planeta rojo.  De vuelta a La Tierra nos lo encontramos en forma de dos isótopos estables que nunca se encuentran libres en la naturaleza.

El muchacho examinó la fachada, escudriñando los pisos superiores con desconfianza. El viejo caserón le daba mala espina. Sin embargo, la dirección era correcta; le había bastado un golpe de vista para guardarla en la memoria antes de comerse el papelito. Aunque quizá se precipitara un poco. A veces los números se confunden, sobre todo cuando la caligrafía es trémula y los trazos se atropellan los unos a los otros. Daba la impresión de que en los últimos meses nadie había pisado los cinco escaloncitos que se abrían hacia la angosta entrada al edificio. Se sintió tentado a pasear la calle pero las instrucciones recibidas eran tajantes: no llamar la atención ni atraer las miradas de vecinos curiosos que pudieran irse de la lengua. Así que aguardó, mochila al hombro, a que los acontecimientos siguieran su curso natural. Recostado sobre la contrahuella del último escalón se entregó casi por completo a la tranquilidad que se respiraba en el barrio: los automóviles circulaban lentamente, y entre uno y el que le seguía tan solo se oía el rumor lejano de la ciudad, a esa hora en plena efervescencia. La tensión había cedido; una agradable sensación de placentero desahogo se le dibujaba en el rostro con la tinta dorada del sol de mediodía. Ensimismado como estaba, la presencia del cartero, mejor dicho, de la cartera, le pasó desapercibida hasta que la funcionaria le rogó que le abriera paso. Era una mujer gruesa y fuerte; aupó con energía el carrito de la correspondencia hasta la meseta y empujando con energía el batiente de madera se introdujo en el portal. Antes de que cualquier detalle pudiera delatar el objeto de su estancia allí, el muchacho inspeccionó con urgencia en derredor y se ocultó tras unos contenedores. Cuando reparó en que la inquilina del entresuelo le observaba desde su ventana a ras de acera ya era tarde para disimular. Como si encogiera de repente, se agachó fingiendo atarse el cordón del zapato. Al tiempo, un perro callejero se detuvo y olisqueó nervioso el contenido de la mochila. Le despachó de una patada y se alejó calle abajó a toda prisa. Aproximándose de nuevo con cautela, aguardó a que la cartera se perdiera de vista en el interior de otro portal  Pasado el peligro, cruzó la calzada a la carrera, pero esta vez no se detuvo hasta sentirse a salvo en el interior del inmueble, abriéndose paso con la inercia del choque. (...)

 

El muchacho intentó zafarse de la lluvia de bofetadas, pero al comprobar lo inútil de cualquier resistencia, respondió una a una todas las cuestiones. “Espero que lo que me has dicho concuerde, porque comprobaré al detalle tus credenciales. Ningún buen combatiente, ningún guerrillero leal jode a la mujer de un camarada. ¡Ninguno! Yo mismo le tatué a esa zorra en el culo los dos kalasnikovs cruzados… ¡Si descubro que eres un infiltrado de mierda te grabaré uno similar en esa cosa que te cuelga entre las piernas, (...)

El ácido bórico (H3BO3) provoca la deshidratación del exoesqueleto de las cucarachas sin generar inmunidad al veneno.

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