Cómo se hace una tabla
La disposición ordenada de los elementos químicos dentro de un espacio irregular pero bien definido ha dado lugar a este particular diseño, reconocible por la mayoría, aunque pocos sean los que están al corriente de lo que contiene y significa. La tipografía de los símbolos y la inevitable aparición de los colores que delimitan espacios y fronteras entre grupos han contribuido a diversificar y multiplicar las versiones, algunas de ellas tan delirantes que se nos antojan muy lejos de la adusta sobriedad de aquella herramienta fundamental tal y como fue concebida en su primera versión de 1871. Sin embargo, y sean cuales sean las licencias que se quieran tomar, la tabla periódica se distingue por el espíritu de elegante sencillez científica, que es el que termina por imponerse. Se trata de un diseño poderoso y sugerente, paradigma de orden, de armonía perfecta, que encierra al menos tantas claves como interrogantes y que no desmerece colgado de una pared si lo combinamos apropiadamente con el mobiliario de la sala o el estampado de las cortinas. Por eso te vamos a proponer que saques partido de este potencial estético confeccionando el mejor de los soportes para exhibir tu colección. Nosotros ya lo hemos hecho: esta es la historia de nuestra tabla periódica de madera.
Capítulo primero: el proyecto
Elegimos un diseño sencillo, clásico, de dimensiones proporcionadas y no demasiado grande. Las casillas han de tener la suficiente amplitud como para poder exponer las muestras más voluminosas, aunque por lo general se trata de objetos y viales de tamaño reducido. El gusto del coleccionista determina la modalidad de la exhibición: una estantería bien repleta y rebosante o por el contrario otra en la que los elementos tengan una presencia discreta que contribuya a destacar componentes de otra índole, como etiquetas, símbolos, dibujos o carteles. Nos decantamos por la madera porque este material versátil se adapta como un guante a nuestro propósito. Queremos jugar con texturas, contrastes y acabados para lograr un objeto verdaderamente decorativo que cautive la mirada del observador más frío y distante. Por sus dimensiones relativamente generosas hemos de conseguir una combinación perfecta entre volumen, proporción y ligereza para que la estética del conjunto
confunda contenido y continente. Con todo ello bajo el brazo, los planos dibujados al detalle con sus cortes y secciones, medidas, escalas y una completa descripción de los materiales y el montaje, buscamos el auxilio del ebanista. Apoyados en un banco repleto a rebosar, el hombre me escucha con atención, reconcentrado más en el cuenco que en la sopa. Mantengo un respetuoso silencio mientras recorre el perfil de la figura con el dedo, como si estuviera dibujando una filigrana. Al final toma el boceto con las dos manos y lo gira de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Todavía a los mandos de lo que yo imagino un deportivo a la carrera va y me me mira de reojo. "Pero esto... ¿qué demonios es?". Entiendo que he de replantear algunos presupuestos si quiero llevar el proyecto a buen puerto.
Capítulo segundo: una idea
El concepto de diseño difiere del de artesanía en que éste último es el resultado de una larga tradición de ensayo y error, donde intuición y creatividad se dan la mano para crear un objeto que cumpla la función para la que ha sido construido, mientras que el diseño requiere de conocimientos técnicos para plantear soluciones válidas y novedosas ahí donde se estancaron la moda o la costumbre. Es inevitable que los caminos de ambos se crucen en algún momento, proporcionando por un lado vigor a lo tradicional y humanizando la producción industrial por el otro. Para elaborar un diseño, el artesano ha de comprender su utilidad, porque lo que no vale para nada no tiene cabida en la mente de alguien que se esmera en concretar el máximo de funcionalidad en algo noble y bello. Cualquier exigencia que exceda estos presupuestos determinará el rechazo frontal del proyecto. El artesano de la madera sabe que no puede competir con la funcionalidad de bajo coste que ofrece cierta multinacional escandinava, cuyo éxito radica en la asunción de esa máxima postmoderna de que nada es para siempre.
El ebanista trabaja para que sus muebles se instalen como protagonistas absolutos en el espacio doméstico, por encima de corrientes y modas, capaces de presentar batalla a la carcoma y al tiempo. Lo que hace tiene el valor intrínseco de la creación única, casi como una obra de arte, y los materiales ennoblecen el gesto de repetir con maestría modelos y técnicas heredados y perfeccionados de generación en generación. Mi amigo el carpintero es un artista. Y por eso me empeño en interesarle por la idea. Le presento unas tablas periódicas antiguas que le resultan vagamente familiares: son de cuando el actinio se asomaba sin estorbos al balcón de las tierras raras. Los dos rememoramos tiempos en los que compartíamos un gran pupitre de castaño. En temporada, tronzábamos nueces con los asientos, que eran abatibles. Poco a poco estrechamos el cerco del recuerdo y ponemos fecha al curso en el que don Esteban nos obligó a aprender de memoria las valencias de todos los elementos químicos, cuando ni siquiera entendíamos que aquellos numeritos saltarines eran señal de voracidad electrónica. Al fin percibo que la complicidad empieza a dar frutos. Quiero construir algo que sirva al aprendizaje. Reconozco que concitar la curiosidad de los catecúmenos es una tarea compartida a partes iguales entre el que prepara el escenario y el que narra la historia. Mi oficio es el de enseñar, y a ello me aplico con tanto mimo como el que derrocha nuestro carpintero cuando bruñe la anillada superficie de un viejo tronco.
recompuesta de Hércules y Anteo, renacida de entre el montón de cerámica dispersa, o frente a las maquetas que recrean las esferas celestes de Copérnico (recordemos que el elemento 112, el copernicio, fue bautizado para honrar al eminente monje polaco, y no sin motivo. Nicolás Copérnico es el único hombre de ciencia acreedor de tal honor pese a no ser ni físico ni químico). Charles Snow (1905-1980) que a su condición de físico unía su cualidad de escritor, describe una emoción similar, fácilmente reconocible, asociada a su encuentro con la tabla periódica: «Por primera vez veía cómo un popurrí de hechos azarosos se alineaba siguiendo un orden. Todo el revoltijo, las recetas y el batiburrillo de la química inorgánica de mi juventud parecía encajar en el esquema que tenía ante mis ojos, como si uno se hallara junto a una jungla y ésta de pronto se transformara en un jardín holandés». Podríamos aportar más pruebas sobre la conexión entre el placer estético y la sensación de plenitud intelectual que produce la explicación de un fenómeno que, como es el caso, trasciende varios ámbitos del saber científico. Por su parte, en el ámbito de la estética también es posible reconocer y cuantificar un orden de tipo científico y matemático (Emmer, 2005). Queremos captar el espíritu de un concepto científico complejo utilizándolo como una propuesta plástica, para lo cual nos movemos en esa estrecha franja donde la didáctica de la ciencia se expresa como una sobreposición anaglífica de dos planos que en conjunto se proyectan como una dimensión complementaria, lo que nos permite contemplar la verdad desde varios ángulos. Queremos que nuestra tabla periódica sea bella no solo porque sus proporciones son correctas sino porque se expresa en términos de una verdad inmutable: la verdad científica. El matemático George David Birkhoff (1884-1944) proporciona una curiosa fórmula para cuantificar la sensación del placer como la razón entre el orden O del objeto y su complejidad C:
M = O/C
donde el orden se cuantifica matemáticamente en términos de rotación, simetría y equilibrio, y la simplicidad geométrica (en contraposición a lo "complejo") representa el ideal de la física clásica, en la que se sacrifica la exactitud de la imagen del mundo en aras de una sencillez que beneficia la descripción del fenómeno. En comparación con otros proyectos de los que hemos oído hablar, nosotros contamos con recursos limitados.
Capítulo tercero: la ejecución
Tenemos la intención de crear una estructura reconocible que sirva a nuestros propósitos, para lo cual seleccionamos los materiales y las herramientas. Se trabaja sobre un diseño universalmente conocido que resiste sin apenas modificaciones desde 1945, año en el que Seaborg añadió las últimas modificaciones importantes, pero queremos imprimir un sello personal, un detalle genuino que distinga nuestra tabla;. Utilizando palabras de Franz Kline, (quien esté familiarizado con su obra entenderá el sentido de esta cita), una creación original debe proporcionar un desahogo al instinto creativo de los autores, y si bien la distribución de los elementos no admite componendas, tenemos un amplio margen de actuación para imprimir un estilo propio que otorgue personalidad a la estructura que estamos a punto de fabricar. ¿Tenemos derecho a decir que estamos creando una pequeña obra de arte? No se puede negar que la contemplación de esta conquista del ingenio humano provoca en algunos lo que Flaubert describiría algo así como une «éjaculation de l’âme», aunque él se refería a otro goce maravilloso, el de la creación literaria. Nosotros estamos más expuestos al íntimo escalofrío de los que se estremecen ante la crátera
Sin embargo, y como buenos aficionados al arte que somos, hemos rescatado las herramientas neoplasticistas del Mondrian más conocido para obtener una síntesis ajustada entre el diseño sencillo, la discreta presencia de información y unos materiales nada sofisticados que atraen al, observador. Todos estos factores se dan la mano con la intención de: revelar la verdad objetiva a partir de la eliminación de todo lo superfluo.
Capítulo cuarto: el resultado
Seguro que nuestros amables lectores sabrán disculpar esta peculiar presentación de lo que, para la mayoría, no pasará de ser un trabajo menor de marquetería. Y tanto es así que no nos molesta reconocerlo. Sin embargo, la concepción del objeto nos ha llevado por vericuetos que nos obligan a reflexionar sobre la tabla periódica y la materialización de una idea que reproduce a su manera un icono de la ciencia con un inmenso potencial didáctico. De todas formas, hay que recordar que no es ésta la única forma de representar los elementos químicos y los patrones periódicos ligados a su configuración electrónica. Algunos incluso cuestionan la tabla bidimensional, y si es ésa la mejor forma de presentar los ingredientes del cosmos. Otros argumentan que las dificultades relacionadas con la colocación de ciertos elementos (el H y el He, por ejemplo) son una prueba de que la tabla moderna es una fórmula de compromiso, a la espera de que se resuelvan las incógnitas que nos impiden alcanzar la solución correcta, aún cuando ello no resulte todavía evidente para la ciencia actual.
Las representación tridimensional de Fernando Dufour (ElemenTree) o la espiral de Philip J. Stewart, de la Universidad de Oxford, sean quizá la respuesta de futuro que le aguarda el mundo de la química, pero desde luego dichas propuestas carecen de la carga romántica y de conquista intelectual que supuso la elegante síntesis reproducida en nuestra tabla de madera, basada en una idea que no puede ni debe identificarse con un promotor único, con un esfuerzo individual, sino con el empeño colectivo de varias generaciones de genios iluminados que sumando certezas e intuiciones, contribuyeron decisivamente en la construcción de las teorías completas y coherentes que nos acercan al umbral de la que es, por el momento, la última frontera de la ciencia: el universo cuántico. Orgullosos de representar una tradición de más de un siglo, sometemos el resultado de nuestra inquietud al escrutinio definitivo del observador, del que se acerca por curiosidad y del que se mueve por una especie de impulso hacia lo desconocido; del que intenta darle sentido a lo que ve y del que se queda prendado de un brillo, una forma, una apariencia... Las exhibiciones de nuestra tabla en centros escolares nos han demostrado lo exitosa que puede ser la fórmula que conjuga información, ciencia y coleccionismo, y que la conjunción de conocimiento, didáctica, diseño y estética es capaz de atraer la atención como un poderoso imán de neodimio-hierro-boro, que bajo el plateado revestimiento de cobre y níquel esconde su frágil y quebradiza naturaleza.