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la tabla periodica

¿Has pensado alguna vez que la distancia que nos separa del universo cuántico de las partículas subatómicas es similar al que media entre nosotros y los confines del espacio interestelar?​

La materia
 

Un cielo limpido y estrellado.

Es todo lo que necesita una mente joven y 

despierta para proyectar su imaginación hacia el infinito que se le sugiere desde la oscura vaciedad de la noche. En el universo que podemos observar a través de esa diminuta ventanita no resulta en absoluto evidente la presencia de la antimateria, ni de las descomunales nubes de polvo provocadas por la explosión de estrellas decenas de veces mayores que el Sol. Dentro de sus núcleos, las reacciones de fusión nuclear crean todos los átomos que conforman los planetas, los satélites, los asteroides... e incluso el organismo de los seres vivos. El calcio de los huesos, el carbono de las proteínas, el oxígeno que respiramos o el hierro de los glóbulos rojos son productos estelares. Por su volumen, las estrellas comunes no se calientan lo suficiente para crear átomos más pesados. Para producir elementos como el oro, el rodio, la plata, el plomo o el bismuto se requieren las condiciones extremas de presión y temperatura que existen en el corazón de una supernova en el postrero instante del colapso final. Después de estallar, la explosión de rebote lanza estos elementos al espacio, donde se distribuyen, unen y amalgaman para formar todos los objetos celestes que conocemos. De esta forma se establece la conexión entre lo muy grande y lo muy pequeño, entre el Big Bang y el nacimiento de una criatura, entre los sistemas planetarios y los orbitales atómicos. Los elementos de tu colección son testigos de la turbulenta violencia del cosmos, prolongada durante millones de años; han sido creados tal y como son muy al margen de sí mismos, siguiendo exclusivamente el errático designio de una energía descontrolada, que ahora se nos ofrece en inocentes paquetitos discretos de materia. Pero no te dejes llevar por las apariencias: la historia del universo, esa de la que no conocemos siquiera el preámbulo, está presente en cuanto te rodea. La materia es una foto fija del momento en el que fue creada, y su constancia una mera ilusión; únicamente la inmortalidad que se le atribuye a los dioses nos permitiría analizar la naturaleza con la perspectiva adecuada y quién sabe si nos proporcionaría también el tiempo necesario para comprender las leyes compatibles con la indeterminación cuántica del universo subatómico.  

La irresistible curiosidad por lo muy pequeño

«Nada existe excepto átomos y espacio vacío; todo lo demás son opinones».

Diógenes Laertius
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