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Versátil y sorprendente

Primero fueron el diamante y el grafito. Después llegaron las nanofibras y la  dura lonsdaleíta.​ Y finalmente fullerenos, nanotubos y nanoespumas. Todos ellos alótropos del versátil carbono.

Existió una vez, hace cientos, ¡no, miles de años!, allá por la prehistoria, una tribu de cromañones que descubrió algo grande, muy grande en la historia, pero eso ya lo veréis. Esta tribu no era diferente a las otras. Vivían en una aldea hecha a base de palos, de una extensión un poco pobre. En ella habitaban unas veinticinco personas. Pero entre estas personas había uno que destacaba, era una especie de héroe o protector del pueblo y siempre ayudaba a los demás. Se llamaba Haruk. Haruk era un hombre fuerte, grande y guapo (un tipo con clase). Llevaba siempre una piel colgada y un machete, por si las moscas. En aquellos tiempos también existía un dios, el padre de todos los posteriores. Era robusto y alto, tenía una cara un tanto extraña con pelo revuelto, tres ojos en vez de dos, una nariz grande y gorda y una boca grande llena de cientos de dientes afilados. Siempre llevaba un manto de piel de mamut y una especie de bastón de madera en la mano derecha que utilizaba para hacer su magia. No era muy serio pero tampoco era muy simpático. También era generoso con quien se lo mereciera. Se llamaba Atón. Un día unos neandertales atacaron la aldea de Haruk. La batalla duró días pero Haruk consiguió vencerlos haciendo que pensaran que eran más con unos maniquíes gigantes que construyeron entre todos, (incluyendo los niños y los ancianos) y así salvar a todo el pueblo.

En otra ocasión salvó a unas personas que se ahogaban en un lago. Y otro día salvó a unos animales que se hundían en arenas movedizas (pero eso sí, se los comió). Atón, que había visto todo eso, decidió recompensarle con algo que él llamó Fuego. Para invocar a Fuego, Atón provocó una gran tormenta de rayos y truenos que incendió un tronco seco. Justo pasaba por allí Haruk y al ver a Fuego se asustó, pegó un salto y casi se cae por un precipicio (oportunamente colocado). Haruk pensó en qué hacer con aquel nuevo descubrimiento. Era una especie de lengua de luz naranja que desprendía un agradable calor. Haruk intentó tocarlo.

─ ¡Aaaaaaaaaaah!

Haruk sacó su cuchillo de piedra al abrasarse la mano con Fuego (lo que era una sensación que no había sentido nunca). Después de unos minutos atacando a Fuego dando cuchillazos al aire, entendió que no le hacía nada y se guardó el cuchillo, pero estaba tan caliente que le quemó las pieles (la suya y la de oso que llevaba). Haruk gritaba y corría mientras se abrasaba. Entonces empezó a rodar por el suelo y mágicamente Fuego se apagó. Decidió coger un poco de Fuego y llevarlo a su aldea pero al cogerlo se quemó otra vez las manos. Después de una hora intentando coger a Fuego (quemándose múltiples veces), tropezó con una rama que se acercó a Fuego y ardió. Haruk la cogió pero por el lado que no debía y se chamuscó. Al final logró coger el fuego y llevárselo, pero con un gran dolor en todo su cuerpo. Cuando llegó a su aldea todo el mundo se asustó al ver a Fuego. Haruk lo puso en medio de la aldea y la gente poco a poco se empezó a acercar. Muchos lo tocaron y se quemaron. Otros no se acercaron y uno o dos intentaron llevárselo. Enseguida acudió el sabio de la tribu. Era tan sabio que conocía el secreto para sumar palitos. Pero ni él sabía qué era aquel raro descubrimiento. Después de unas horas se puso a llover. Haruk y su tribu vieron que Fuego se apagaba. 

 

No sabían por qué era así que se pusieron a gritar. Intentaron de todo y no funcionaba. Hasta que Haruk resguardó a Fuego en una cueva. Entonces vio que revivía. Alrededor de él se puso toda la tribu a disfrutar del calor que Fuego desprendía. Después de años Haruk y los suyos aprendieron a usar Fuego. Lo usaban para cocinar la carne cruda que cazaban, para calentarse, para defenderse de animales y para incluso adorarlo, algo que al dios no le gustaba mucho. Pero había un problema, todas las tribus querían a Fuego. Sufrían constantes ataques de otros. Entonces decidieron hacer una cosa: quemarían las aldeas de otras tribus que intentaran atacarle. Durante meses vivieron protegiendo a Fuego, quemando a todos los que se acercaran. Habían descubierto los poderes destructivos de Fuego. Una vez una tribu consiguió una parte de Fuego y estuvieron en batalla varios días. Y esto es lo que acabó de cansar al dios. Atón, vio lo que había causado regalándoles a Fuego y pensó en una solución: después de un tiempo pensando decidió que provocaría un gran diluvio que apagaría todo Fuego existente. Durante días llovió y llovió sin parar, lo que apagó del todo a Fuego. Cuando el diluvio acabó todo estaba destruido. Las aldeas, los bosques… Haruk y su tribu comprendieron que habían abusado de Fuego y que por eso les había sido arrebatado. Después de unos dos años, todo volvió a la normalidad, pero sin Fuego. A Atón ya se le había pasado el enfado. Un día Haruk salió de caza y su hija Masar se quedó con sus amigos. Estuvieron jugando con una piedra. Masar la lanzó al suelo con fuerza y vio que salía una pequeña chispa de allí. Intentó tirarla otra vez y otra vez, y en una de estas la chispa salió disparada a un trozo de hierba seca que ardió al instante. Masar llamó a toda la tribu. La gente no se lo podía creer. Tenían otra vez aquel Fuego que habían perdido hace años. Pero esta vez lo usarían para fines no destructivos. En unos añitos ya tenían una civilización: motores, coches, aviones, electricidad y muchas otras cosas. El dios quedó satisfecho con lo que había hecho ya para siempre, pero no viviría para ver las catástrofes que produciría Fuego, ya que le sucederían otros dioses por todos conocidos, como por ejemplo Zeus, Marte, Thor, Yahvé, etc.

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