Marcando el tiempo
El ¹³³Cs nos permite determinar con exactitud la duración de un segundo, traduciendo este lapso de tiempo en 9.192.631.770 de inmutables oscilaciones.
La convivencia más o menos pacífica con las bacterias se terminó el día en el que, después de superar el veto ruso, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas atribuyó a una colonia de espirilos incontrolados la responsabilidad de los últimos fallecimientos humanos documentados en un remoto lugar de la Siberia Central. Y no es que la salud de media docena de samoyedos semicongelados le importase a alguien, pero el hecho en sí quebraba la confianza de la envejecida población mundial en el programa de inmortalidad emprendido medio siglo atrás. De entonces a esta parte se habían reducido drásticamente las defunciones, la mayoría debidas a crímenes, accidentes y ejecuciones legales. Los nacimientos únicamente se prescribían para las familias reales y en casos excepcionales, siempre que estuviera suficientemente justificada la necesidad de nuevo material genético para sustitución y reposiciones. La generalización de antibióticos y viricidas redujeron la incidencia de infecciones y enfermedades, pero la moderna sociedad postdigital seguía dependiendo de bienes y alimentos provenientes de territorios-granero, por lo que el riesgo de una invasión bacteriana representaba algo más que una posibilidad incierta. En algunos países europeos y americanos se exigió la ionización sistemática de las mercancías procedentes del exterior. Los grandes distribuidores instalaron unas piscinas donde sumergían todos los productos antes de envasarlos al vacío y disponerlos para la venta. Los consumidores que se lo podían permitir repetían la operación en sus casas con ayuda de equipos portátiles de ¹³⁷Cs que sustituyeron a los viejos microondas. Sin embargo, bastó un informe oficial filtrado por la prensa para dividir a la opinión pública: la irradiación indiscriminada con rayos gamma no distinguía entre colonias de organismos perniciosos y los grupos de inofensivos seres unicelulares encargados de la putrefacción. Las asociaciones de protección animal y vegetal exigieron una amnistía selectiva. Los bacteristas radicales se dejaron (...)
Pero la petición no fue atendida por las autoridades políticas, más interesadas en salvaguardar su propia inmortalidad que en mejorar las condiciones higiénicas de los ciudadanos. Se produjeron revueltas populares, y aunque en un principio el ejército intervino para sofocar la insurrección, el desencuentro y la división dentro de sus propias filas multiplicaron el conflicto, que derivó en una cruenta guerra civil. Se reclutó a toda la población válida (...)
La irradiación de alimentos, es un tratamiento bactericida y fungicida a base de radiaciones ionizantes emitidas por elementos radiactivos como el Cesio-137 o el Cobalto-60.