Creador de ácidos (y de todo lo demás)
La evolución en la Tierra nos ha enseñado a apreciar este gas extremadamente reactivo, heredado de las cianobacterias que colonizaron las aguas de los océanos primitivos. Durante millones de años no hicieron más que romper moléculas de agua de las que surgió el O2 que hoy respiramos.
Al clarear el día atacó la cima. Llevaba únicamente el equipo básico y una botella de oxígeno con inhalador, aunque exclusivamente por precaución: se había preparado a conciencia y no le arredraba el mal de altura. Plegó cuidadosamente la bandera y se la introdujo en uno de los bolsillos interiores. Resultaba fundamental cuidar el impacto mediático de la ascensión. Tras la primera docena de pasos experimentó una sosegada embriaguez. Las bocanadas de aire se le congelaban en el pecho. Cuando restaban apenas medio centenar de metros ya no era capaz siquiera de mover los párpados. Le animaba el calibre de la hazaña: el primer ser humano en coronar la cumbre. Contempló el mundo a sus pies, observándola con pasmo desde allí abajo. En voz baja agradeció el apoyo de la familia y se encomendó a los padres de la patria. Mientras se reconocía como la gran exploradora de su época, le pareció ver entre la nieve un paquete de chicles vacío. Sobre un túmulo de guijarros ondeaba el banderín rojo y blanco de una marca de refrescos. Se hincó de rodillas y sustituyó la enseña publicitaria por la de la república. También recogió el paquete de chicles. Horas más tarde, agencias locales difundían la noticia de una gesta sin parangón consumada por la joven nacionalista.
Un contenido muy valioso
La bolsita en cuestión es lo que llaman levadura química (que nada tiene que ver con las levaduras). Contiene bicarbonato y un ácido de acción retardada. Si la pones al sol no tardarás en tener una dosis de dióxido de carbono (CO2), la molécula que posibilita el crecimiento de las plantas y es, por tanto, sustento de la vida.