El abuelo era el hombre más longevo del poblado. Durante las crecidas, cuando el rumor del Uele se impone a las quejas de los pescadores y a los gritos de los niños que arrojan piedras desde la orilla, el abuelo solía escuchar los rumores del agua con respeto, como si esperase el dictado de su implacable voluntad. Con seis años lo prendieron por extraer mineral furtivamente. Los infractores eran encerrados durante meses, no sin antes arrancarles todos los dientes, uno por uno. Pero como (...)