El rey de las aleaciones
Latones (con Cu), alpaca (con Cu y Ni), metal inglés (con Sb), tombac (con Cu y As), zamak (con Al, Mg y Cu), galvanizados, enzimas... El Zn es el ingrediente fundamental de muchas de aleaciones útiles y, por si fuera poco, resulta imprescindible en nuestro cuerpo.
I
Introdujo el brazo en la guantera. Después lo extrajo laboriosamente, con cuidado de no rozarse el codo de la americana, que lucía con todo el propósito un refuerzo de cuero.
—Esta nueva versión es muy espaciosa —observó el vendedor. La acuciante mirada del hombrecillo de la gabardina gris delataba un estado de creciente excitación—. Mecánica excelente, Tracción adecuada a las necesidades del usuario medio y, como ve, compacto. Muy compacto. Ahora le mostraré el maletero.
El portón trasero se elevó atrayendo una masa de aire penetrado de polímero plástico, tan típico de los autos nuevos.
Ambos se quedaron contemplando el interior, con reconcentrada atención en la vacuidad del maletero. El cliente torció el gesto. Era la séptima ocasión en la que el individuo enjuto que tenía ante sí forzaba tal evidente mueca de decepción. Intuyendo que el puerto de una venta segura se alejaba con la marea, decidió soltar amarras:
—Muy bien… Y ¿se puede saber qué es lo que busca exactamente? Le he mostrado modelos de todos los segmentos. La oferta da para lo que da. En esta gama la perfección no existe. Dios no fabrica autos de a diez mil…
Las palabras se proyectaron en andanada, El arrepentimiento acudió en su auxilio, pero apenas sirvió para mitigar el efecto de los impactos. Visiblemente afectado por el tono de su anfitrión, el hombrecillo se volvió hacia él con ojos vidriosos.
—No es suficiente. Ahí dentro no me cabe el corazón…
II
Las luces del concesionario rebotaban en los flamantes galvanizados de cinc. Los modelos semejaban templos; los volantes, ídolos circulares. Los últimos ecos de actividad se desgranaban en tintineos de llaves, despedidas de viernes tarde y puertas ligeramente quejosas que se abandonaban a los últimos empellones de la semana.
—¿Usted no se va? —inquirió el cliente atribulado.
El aludido removió con una pajita ridícula el fondo de su café de máquina y tentó el vaso con la yema de los dedos antes de volcarlo directamente en el garguero.
—Así que… —el vendedor tomó aire. Lo retuvo para conferir más energía a la frase que había dejado en suspenso—, su problema es que… tiene un gran corazón… ¿No es cierto?
—Bueno —dudó el hombre—. Yo no diría que eso es un problema. Uno se acostumbra a todo. Pero ya sabe usted lo que les ocurre a las personas que exceden los tallajes habituales. Todo son parches y componendas. Acabo de sacarme la licencia de conducción y me gustaría viajar cómodamente, sin estrecheces. No es mucho pedir.
—No… no es mucho —concedió el vendedor.
Los dos continuaron allí sentados, en silencio, hasta que el guarda jurado advirtió de su presencia soltando un áspero bufido inspirado en lo que podía haber sido un saludo de buenas noches.
—Un momento, Andrés. Estoy tratando con el señor los detalles de una transacción.
Contrariado, el guarda retomó la ronda rezongando sin disimulo. (...)